Etnografía II: “Entre la carta y el formulario” (Jorge Pantaleón)

En esta obra de Jorge Pantaleón (2004), observaremos su ejercicio de la reflexividad en los tres modos ya explicados. En primer lugar, los agradecimientos (Pantaleón 2004: 13-14) son ya una presentación y toma de posición académica. Su tema de estudio es el tratamiento de la pobreza por parte de las políticas de desarrollo social del Estado. Su investigación se sitúa en 1996, cuando la Provincia de Salta transforma el Ministerio de Bienestar Social en la Secretaría de Desarrollo Social, poniendo en juego nuevas definiciones de problemas sociales y soluciones políticas (ídem: 15-16). En el campo de investigación interactúan, en una nueva disposición edilicia, los portadores de necesidades y los agentes de soluciones y recursos. El mismo autor reflexiona sobre su obra: “(…) juega con un doble carácter: relativamente inexplorado desde una óptica reflexiva y superexplotado por las disciplinas especializadas de lo social” (ídem: 19). Ésta será una paradoja que acompañará toda la etnografía, en cuanto no solo describirá a los beneficiarios y los funcionarios públicos en sus prácticas, sino también, y sobre todo, la transformación operada en esas prácticas por parte del Estado y el campo universitario, al re-nominar los problemas y soluciones desde el concepto y teoría de “desarrollo social”. La “carta” y el “formulario” no son una metáfora, sino los instrumentos por los cuales los beneficiarios accedían a los recursos antes y después de las “políticas de desarrollo social”.

En el primer capítulo presenta la creación de la Secretaría de Desarrollo Social, por decreto del Estado, analizando los usos del espacio y las jerarquías internas de los programas y funcionarios. El desarrollo social “se decreta”), pero también se impone simbólicamente en el lenguaje que trata sobre los problemas de la pobreza y las soluciones que ofrece con los programas. También describe el campo la diferenciación entre los agentes, según sus profesiones, y los cargos que ocupan en la organización. Acá la reflexividad del investigador se juega en comprender (y comunicarnos con diversos recursos) las razones plausibles por las cuales los agentes (beneficiarios y funcionarios) se apropian de un nuevo lenguaje de creciente complejidad técnico-burocrática y se disponen a trabajar diferente en un nuevo edificio, cambios todos legitimados por la nueva Secretaría del Estado, con lo cual se instaura una diferencia entre el “antes” (de técnicos y funcionarios puestos, por motivos políticos, a resolver problemas puntuales ante pedidos puntuales) y un “ahora” (de profesionales de grado y posgrado que crean su lugar del saber y saber hacer el “desarrollo social”).

En el segundo capítulo trata de “los que piden en nombre de la necesidad” y de “los que otorgan en nombre del Estado”, en el desplazado modelo de Estado de Bienestar. El intercambio de recursos entre los necesitados y los funcionarios (mediado por “la carta”) ahora está en pugna y declive por quienes, desde un “perfil técnico”, buscan el “desplazamiento de criterios políticos partidistas” para lograr el desarrollo social (ídem: 37). El instrumento de “la carta”, que entrega el necesitado a las autoridades “del primer piso” del edificio del Ministerio de Bienestar Social, o con ocasión de un “acto político” al secretario del funcionario, es analizado en sus formas discursivas y función política. El investigador indaga sobre la reflexividad de los agentes tomando sus palabras escritas y declaraciones de entrevistas, por las cuales comprendemos el sentido de su acción y producción de pedidos y favores, que tiene un sentido político que será atacado por los “profesionales de lo social”, tema del capítulo siguiente. En ese tercer capítulo da cuenta de la novedad de dispositivos estatales (SIEMPRO) así como no gubernamentales (ONGs) y universitarios (Posgrado en Política y Gerencia Social) que van cuestionando y tratando de forma novedosa los problemas y soluciones de la pobreza, desde los conceptos del desarrollo social. Es muy interesante como analiza los títulos de los seminarios del posgrado, con lo cual se evidencia su poder de legitimar los programas de las políticas públicas del Estado. Este es un ejercicio de reflexividad académica interesante, ya que da cuenta del poder simbólico de lo que la universidad enseña, en cuanto dispositivos discursivos que construyen discursivamente los problemas sociales.

El cuarto capítulo pone en escena las ceremonias de entrega de los recursos a los beneficiarios, en actos públicos externos al edificio recorrido, y que pone en juego a los funcionarios y beneficiarios en rituales que marcan quienes traen las soluciones. La descripción de las convocatorias, los espacios públicos, los discursos retóricos de los agentes y hasta las lágrimas de los beneficiarios, nos ayudan a comprender los “usos simbólicos” de los recursos de los proyectos sociales, mucho de lo cual escapa a la tan formalizada y la “sobrexplotada” academización del desarrollo social.

Mucho de lo que da cuenta el autor es parte del “sentido común” de los agentes en su reflexividad (el clientelismo de los políticos), pero lo más interesante es su reflexión sobre la “profesionalización de lo social” como un vivir “de” y “para” lo social, como un nuevo campo del “desarrollo social”, susceptible de análisis tanto como la génesis de la profesión política (Weber). Todo la etnografía puede comprenderse también como las formas en que se transforma y profesionaliza el desarrollo social, al constituirse por decreto en entidad pública, transformando los nombres de los problemas/soluciones legítimas (proyectos sociales), escolarizándose así como tema de academia (posgrado), tensionando la oposición político/técnico y poniéndose en escena fuera del edificio, entre las ONGs y los barrios.

PANTALEÓN, Jorge (2001), Entre la carta y el formulario. Política y Técnica en el Desarrollo Social, IDES, Buenos Aires.

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